Es una evidencia comprobable que los cambios lingüísticos que se imponen en una sociedad son aquellos que alcanzan difusión en los sectores más vastos de la población, y que usualmente -con las excepciones esperables en todos los procesos humanos- nacen de procesos evolutivos de la propia estructura del idioma, de la búsqueda de una mayor expresividad (sobre todo en el léxico), de la designación de realidades antes inexistentes (el mundo de la técnica es un buen ejemplo), y en una suerte de corolario de esto último, de las modificaciones sociales compartidas.