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LA ELECCIÓN DEL NUEVO MIEMBRO CORRESPONDIENTE DE LA AAL,
EN LA PRENSA
Arturo Herrera: un académico bien catamarqueño

 

Con una destacada formación en lenguas clásicas y en literatura regional del Noroeste Argentino, a finales del año pasado, Arturo Herrera fue nombrado como miembro de la Academia Argentina de Letras.


El Ancasti, de Catamarca — En septiembre del año pasado, la Academia Argentina de Letras incorporó como integrante al profesor catamarqueño Ariel Arturo Herrera Alfaro, licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Catamarca y doctor en Letras especializado en Filología Clásica por la Universidad Nacional de Córdoba. Es profesor titular de las cátedras Latín y Literatura Latina II, Griego y Literatura Griega II, Seminario de Literaturas Clásicas y Literatura Regional del NOA de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Catamarca. Además, es investigador y autor de libros y demás artículos académicos.

“Es un hecho honroso, que sucedió a fin de año. Me honra porque no me lo esperaba. Al ver hacia atrás, me di cuenta de que desde adolescente me dedicaba a leer y estudiar la literatura y la lengua de Catamarca. Lo hacía sin demasiada consciencia de estar haciéndolo; con el tiempo fui tomando consciencia. Esta membresía me convierte en un comunicador entre Catamarca y la Academia. Es honorable”, expresó.

El profesor Herrera inició su formación clásica de niño. Ingresó a 5º grado de la escuela primaria conocida por entonces como el Seminario —hoy, el Instituto Privado Nuestra Señora del Valle—. Luego, continuó en el Nivel Secundario. Por entonces, durante siete años estudió Latín y seis años de Griego; mucha historia; en clase, tenían lecturas semanales de literatura clásica y los clásicos, no sólo de la literatura grecorromana, sino de todos los tiempos. “Nos privilegiaba la formación humanística que tiene su base en las lenguas clásicas y en la literatura clásica. La última literatura que veíamos, al recorrer una historia de la literatura, era la literatura regional. Leíamos como última etapa, a punto de egresar, la literatura regional y, particularmente, la de Catamarca. Teníamos que leer, interpretar y escribir pequeños ensayos. Sin darnos cuenta, ya teníamos un bagaje cultural que después sirvió en una etapa posterior, en el caso de los que seguimos una etapa universitaria”, recordó.

Luego, ingresó a la casa de altos estudios local. Se formó con docentes de reconocida trayectoria, como el profesor Horacio Monayar, la profesora María Soria de Melo, la profesora María Rosa Calás de Clark, la profesora Marita Arce de Blanco y la profesora Juanita Collado de Sastre, con quien tuvo una gran amistad, hasta su fallecimiento. La vida le permitió ser alumno y después colega. “Con todos pude trabajar durante la etapa de alumno y posteriormente. Con todos realicé alguna labor durante la cual aprendí mucho. Son personas que merecen todo mi recuerdo —para quienes ya no están—, mi respeto y agradecimiento. Es honroso también y tuve la suerte de conocerlos y aprender de ellos, de personas tan dedicadas en lo que hacían. Luego, uno prolonga lo que aprendió de ellos, poniéndole un sello personal. Es una prolongación de lo que recibí en la etapa de formación universitaria. Siempre estoy agradecido”, expresó […].

Leer el artículo completo en El Ancasti.

 


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