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Entre mamá y el puñal:
Entrevista a Jorge Fernández Díaz,
la saga del inmigrante español

 

jorge fernández díaz
Jorge Fernández Díaz. Crédito: Adriana Bianco.

Adriana Bianco, en Periodistas en Español — Me había olvidado de que en Buenos Aires el café es una institución, y por eso, Jorge Fernández Díaz [académico de número de la AAL] me cita en un café. Este escritor argentino nacido el 8 de julio de 1960, es uno de los autores mejor posesionado de la actualidad latinoamericana, como escritor con varios best sellers y como defensor del artículo periodístico como obra literaria.

Creador de un estilo bisagra entre literatura y periodismo, dueño de temas cotidianos y universales, cronista de sentimientos amorosos, columnista del diario La Nación de Buenos Aires y ABC de España y referente cultural y político desde su espacio radial en Radio Mitre, ganador del Martin Fierro al mejor programa nocturno en 2016 y 2019.

También indagador del sentir de los inmigrantes españoles, de la épica del inmigrante y su gesta.

Innovador del género policial y la novela negra argentina, Arturo Pérez- Reverte fue uno de sus mentores y uno de quienes más alentó la famosa trilogía: El puñal, La herida y La traición.

Cuando llega, me dice:

— ¡Adrianita, vos sos una leyenda del cine!

— ¡Y vos, el gran escritor argentino! —le digo.

Así empezó nuestra conversación cuando le pregunté sobre su vocación de escritor.

Jorge Fernández Díaz: El modo de comunicarme con mi padre, que era asturiano, era a través del viejo cine de Hollywood, de los años cuarenta, cincuenta, tal vez sesenta, lo veíamos juntos en la televisión, en una especie de educación sentimental que él no podía darme de manera directa. Siempre me pareció que el cine era mi vocación, eran clásicos, veía todo mezclado: de Otto Preminger a Ford, a los grandes cineastas y estrellas.

En ese entonces, mi madre me regaló la colección Robin Hood de aventura; leía a Stevenson, Salgari, Wells, Conrad, y yo me recuerdo leyendo esos libros y diciéndome a mí mismo que eso era como una película narrada, las películas que veía se podían trasladar al papel. Yo quería darle a los demás lo que ese autor me daba a mí: «una gran felicidad» mostrándome un mundo diferente.

Eso fue como una Epifanía, sentía que yo quería ser narrador, no le podía poner nombre, tenía doce años, pero comenzó una vocación que sigue hasta hoy y que fue volcánica y muy intensa. Casi te diría que coloqué a la literatura por encima de todo, salvo el periodismo, que fue como una segunda vocación.

AB: Empezaste joven en periodismo.

JFD: Sí, tenía diecinueve años. Mis padres querían que fuera abogado, pero el periodismo me tomó, era una escuela de vida, las redacciones estaban llenas de gente muy culta, también borrachos. Mi padre se enojó conmigo porque creyó que yo abrazaba la literatura para ser «vago» y que el periodismo era la bohemia. Eso fue traumático para mí. Hablábamos solo de fútbol, no había otra comunicación.

Yo entré en La Razón, cuando estaba Jacobo Timerman, un maestro. Me colocaron como cronista policial. Después, trabajé en el Diario de Neuquén, en la Patagonia, también como cronista policial. Reconozco que aprendí muchas cosas haciendo el «cadáver de cada día», los secuestros, homicidios, entrando en las cárceles. En ese entonces leía la biblioteca universal de la novela negra y en la vida real vivía el mundo del crimen, me hice amigo de detectives, delincuentes, no le tenía miedo a nada […].

Seguir leyendo la entrevista en Periodistas en Español.

 


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