|
Magalí Etchebarne. Imagen: Télam
Daniel Gigena, en La Nación — En la octava edición del Premio Ribera del Duero de Narrativa Breve, que organizan la Denominación de Origen Ribera del Duero y la editorial española Páginas de Espuma, las finalistas son cinco escritoras y, entre ellas, hay una argentina: la narradora, poeta y editora Magalí Etchebarne (Buenos Aires, 1983), que compite con un manuscrito de título schopenhaueriano: La madre, el trabajo, la muerte, el amor. También resultaron elegidas la uruguaya Fernanda Trías y la peruana residente en la Argentina Katya Adaui. Completan el listado de finalistas la mexicana Dahlia de la Cerda y la española Nuria Labari.
En ediciones anteriores, Samanta Schweblin y Marcelo Luján ganaron este prestigioso certamen con Siete casas vacías y La claridad, respectivamente. El premio se entrega cada dos años; en 2022, lo obtuvo la escritora boliviana Liliana Colanzi con Ustedes brillan en lo oscuro.
La ganadora recibirá 25.000 euros (antes de la pandemia se entregaban cincuenta mil) y su libro de cuentos será publicado en Páginas de Espuma, en España y en América Latina. Los organizadores destacaron «la diversidad geográfica y la calidad de los manuscritos»; también indicaron que se había superado el récord de participación, cuantificado en un muy preciso 17,7%. El jurado de esta edición será anunciado el 7 de marzo y la obra ganadora, el 20 de marzo, en Madrid.
Las demás obras finalistas son Un nombre para tu isla, de Adaui; Medea me ayudó a abortar, de De la Cerda; No se van a ordenar solas las cosas, de Labari, y Una mujer de su época, de Trías, ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2021 con Mugre rosa.
«Estoy muy feliz y agradecida —dice Etchebarne a La Nación—. Ya es un premio que haya seleccionado mi manuscrito entre tantos que se recibieron y llegar a esta instancia con escritoras que admiro, y en el caso de Katya Adaui, que también aprecio. Páginas de Espuma es una editorial de mucho prestigio, el templo, la gran casa y la fiesta de los cuentistas en habla hispana, así que haber llegado hasta acá es un honor. Estuve varios años trabajando con estos cuentos y cuando me enteré de la convocatoria se convirtió en un desafío presentarme. Que forme parte de esta selección, junto a escritoras tan potentes y virtuosas es, sin duda, un gran apoyo a mi escritura. Estoy también muy agradecida por tener trabajo y tiempo para escribir; aunque no tengo un cuarto ‘propio’, puedo pagar el alquiler y hacerme de uno, algo que en este país, hoy, se volvió un privilegio» […].
Seguir leyendo el artículo en La Nación.
|
|