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Dos soldados es el último libro de la escritora y académica de número de la AAL. En él recupera las voces de un soldado italiano de la Segunda Guerra Mundial, Pietro Freschi, que fue prisionero de los nazis, y de un excombatiente de Malvinas, Héctor Roldán, que vive anhelando el regreso a las islas.

Mónica López Ocón, en Tiempo Argentino — Hay ciertos dolores que están rodeados de silencio. El dolor de quienes fueron combatientes en una guerra es uno de ellos. ¿Cómo explicar lo que excede a la palabra? ¿De qué modo nombrar lo que no tiene nombre?
La escritora Ángela Pradelli ha penetrado en más de una ocasión en esos dolorosos silencios que parecen inexpugnables. Esta vez lo hace a través de Dos soldados (Emecé), un libro que recoge el testimonio de dos excombatientes, Pietro Freschi y Héctor Roldán. El primero fue un soldado de un pequeño pueblo italiano, Bruni, que estuvo en las trincheras durante la Segunda Guerra Mundial, fue prisionero de los nazis y, a los 82 años, luego de guardar silencio durante 60 años, dejó grabado en un video lo que nunca les había contado ni a sus seres queridos más cercanos. El segundo fue un excombatiente de Malvinas que calló su dolor durante mucho tiempo. Lejanos en el espacio y en el tiempo, ambos tienen en común el haber transitado el horror de la guerra y el no haberlo compartido o haberlo hecho tardíamente. El silencio parece ser el común denominador de quienes experimentaron una violencia extrema en carne propia.
Estando en Génova en 2012, la escritora escuchó hablar a miembros de su familia italiana del video con el testimonio de Pietro Freschi y quiso verlo. Pietro había muerto, pero su historia lo había sobrevivido. «Vengo —explica Pradelli— de una familia muy narradora de la época en que se decía «contámelo otra vez» por el valor del relato, no porque no lo recordaran; mientras que ahora se dice «eso ya me lo contaste». El testimonio de Pietro me hizo acordar todo el tiempo a Chejov».
Para escuchar la palabra testimonial de Héctor Roldán no tuvo que desplazarse tan lejos. En 2017 tomó conocimiento a través de una conversación azarosa de que quien había sido un soldado de primera línea del Batallón 5 de Infantería de Marina trabajaba desde 2011 como auxiliar en el turno noche del Centro de Investigaciones Educativas de Adrogué.
«El testigo —dice en el libro— guarda su palabra en el hueco de su memoria, que es su propia respiración, y en su relato es arrasado por los sonidos replegados en las orillas del lenguaje». Dos soldados revela, precisamente, lo que permaneció oculto pero doliente en el desván del recuerdo […].
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