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«Los tics verbales o soportes lingüísticos», por Alicia María Zorrilla

 

Cuando, metafóricamente hablando, duele la lengua por falta de palabras, se acude a las muletas que no dicen nada, pero ayudan a salir del paso, ya que, a modo de bastón, sostienen nuestros tropezones orales. En general, algunas muletillas comunican la inseguridad del que dialoga; con otras, se subestima al interlocutor y hasta se lo humilla; las menos revelan soberbia y superioridad.


Los AndesEn esta sociedad del a ver, del ¿viste?, del ¿sabés?, del ¿me explico?, del digamos, del casi, del ni, del tal vez, del más vale, del dale y del ponele, las muletillas, latiguillos, coletillas o bordoncillos (‘bastoncitos’) nunca desaparecen de la boca de los hablantes. Son como esos caramelos que nunca terminan de disolverse porque son necesarios para refrescar el un poco y la nada. Se han convertido en un hábito o, como decía don Miguel de Unamuno, en una herejía. Quien usa muletillas padece el síndrome de abstinencia verbal, pues no hay oración que no las contenga en la oralidad y se reiteran hasta el cansancio. Están enquistadas en el discurso. Generalmente, desconciertan porque, detrás de ellas, solo encontramos un hueco, un espacio en blanco que, en la escritura, salvan livianamente los puntos suspensivos, porque la carencia de vocabulario no puede llenarlos. En fin, son un decir sin decir. El silencio es el mejor antídoto, ya que es preferible no hablar a padecer estos tics verbales. En eso reside, la sabiduría del silencio.

Sin querer, armamos este seudopoema irónico mediante la esquelética realidad verbal de algunos niños, jóvenes y adultos. No hay rima posible porque son textos deshilachados, sin vigor, sin convicción, sin argumento; tampoco conforman un poema de verso extremadamente libre, ya que están amarrados a estereotipos y —dicho con ironía— carecen de ritmo:

Hola, ¿todo bien? / A ver… digamos… / Eh… este… tipo… la realidad es que… nada… tipo… / ¿Qué onda? / ¿Qué onda, vos? / ¿Vas a venir, o qué onda? / La verdad que nada… ¿viste?… que nad… la verdad… quiero tener todo prolijo, por las dudas, ¿viste? / ¡Obvio! / Y bueno… que nada… / Más vale… / ¡Qué loco! / ¿Le parece…? / Ciertamente… / No sé si está claro… o sea…, ¿sabés…? / Ponele… / ¿Está bien…? / ¿Me entendés…? / ¿Me comprendés…? / ¿Me explico…? / ¿Me captás? / ¿Sí? / ¿No? / ¿O no? / ¿Verdad? / Tal cual… / Es decir…, esto…, que no sé explicarlo…, esto… que ayudame…/ ¿Está? / ¡Genial! / ¿Dale? / ¡Dale! / ¡Épico! […].

Seguir leyendo el artículo de la académica de número de la AAL Alicia María Zorrilla publicado en Los Andes, el miércoles 21 de mayo.

 


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