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Hacia 1870 destacados escritores emprenden la tarea que recién en 2006 vería la luz por la Academia Argentina de Letras: un diccionario de la lengua de los argentinos. Acá palabras sin fecha de vencimiento.

Ser Argentino — Cuando estaba todo por hacer, Rafael Obligado, Eduardo Holmberg, José María Gutiérrez, Manuel Ricardo Trelles y otros, desde la efímera porteña Academia Argentina de Ciencias, Letras y Artes (1873-1879), emprendieron la ciclópea tarea de reunir las palabras que se escuchaban en las calles y en las casas de la Argentina. De esa manera consiguieron agrupar en papel más de dos mil voces y quinientas locuciones, que dieron en llamar Diccionario Argentino. Voces patrias.
El primer tomo recién vería la luz en 2006, en una edición de la Academia Argentina de Letras, y sólo tres años después que la misma institución editara el primer diccionario de argentinismos oficial, con un poco más de seis mil palabras desde garúa —del quechua huarhua, llovizna— a chancleta —mujer—, muchas que ya aparecían hace 130 años. El habla popular siempre estuvo en la punta de la lengua.
Este descubrimiento de Pedro Luis Barcia en los dos mil, entre los archivos de la centenaria academia, vino a resolver un enigma. A lo largo de la década de 1870 existían varios indicios de este trabajo fundacional, que algunos aventuran salió de los asados interminables que Obligado realizaba en su casa de Tacuarí 17, y que la prensa de la época informó profusamente a lo largo de los meses previos a la Federalización de Buenos Aires.
Por ejemplo, El Plata Literario, revista de Carlos Vega Belgrano —el nieto periodista de Manuel Belgrano, sumamente erudito Carlos, y el gran bibliotecario de la Universidad de La Plata—, en algunos números adelantó parte del diccionario, ya que lo consideraba aporte fundamental para «inspirarse en nuestras costumbres». Un trabajo que llevó la vida entera de la institución y que el último presidente, Martín Coronado en 1878, encomiaba por la colaboración de intelectuales de todo el país, con unas cuatro mil voces incorporadas finalmente.
Este trabajo pionero terminó en algún cajón pese a la mención, ya en el siglo XX, en las memorias de Estanislao Zeballos y Antonio Pagés Larraya. Y algunos creyeron que jamás existió en un solo cuerpo. Hasta que Pedro Luis Barcia halló una copia del tomo uno del famoso diccionario de argentinismos, y conocimos esta obra cardinal, en la redacción del rosarino Gualberto Escalera y Zuviría. Desde el uso argentino de la pronunciación hasta la incorporación de las voces de las distintas regiones del país, pasando por citas literarias de los primeros escritores nacionales, acá el resultado del equipo de trabajo que fue el único antecedente al Diccionario del habla de los argentinos de 2003. Y que significó el quinto en Hispanoamérica de recopilar, en su época, la lengua de los pueblos libres americanos […].
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