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Mendoza Post — […] La Academia Argentina de Letras acaba de dar un paso excepcional en estos tiempos de desprecio por la palabra. Ha elegido para su presidencia al poeta Rafael Felipe Oteriño. Es la primera vez que un autor de poesía ocupa ese sitial. Nacido en La Plata en 1945, vive entre Mar del Plata y Buenos Aires. En la ciudad marítima no sólo ha nadado y ejercido como juez, sino que ha escrito buena parte de su obra, reconocida nacional e internacionalmente. Autor de más de una docena de libros de poesía y algunos de ensayo sobre lo poético, publicó en España en 2023 Lo que puedes hacer con el fuego donde se incluye el inquietante poema «Hacer tablas», también relacionado con el ajedrez. Quizás sirva para reflexionar sobre el presente. Le contesta de algún modo al belicismo descripto por Borges con «alfil oblicuo y peones agresores», adjetivación que magnetizaba a García Márquez.
[…] Para reforzar la significación de la elección de autoridades de la Academia vale recordar que como vicepresidente fue elegido otro poeta notable, Santiago Kovadloff. Este dúo de creadores representa una avanzada de resistencia de las palabras en acción, que eso es la poesía, en tiempos en que se las ha degradado en la vida pública hasta límites inimaginables. Parecería que ninguna tiene valor o presencia o sirve para el diálogo o la creación de sentido, porque todas son dichas como si fueran puñales mortales y no llaves para comprender. Se suceden los insultos y los gritos. Lo desacomodado y lo cerril ha tomado el lugar de la cordialidad. El uso bastardo de la más alta creación humana, la palabra, se ha enseñoreado. La confusión ha llegado a límites extremos porque se las usa con tanto desprecio y escaso rigor que parecen pájaros ausentes, como en el verso de Roberto Juarroz del inicio. Ha desaparecido el vuelo que las palabras vivas otorgan a la existencia y se ha impuesto lo guarango. Advertirlo es ñoñez para algunos. ¿Por qué si se busca una elegancia y brillantez del cálculo económico como ideal no se aspira una condición en igual sentido para el intercambio verbal? Los números hablan y las palabras suman.
La pregunta inevitable, utilizando la imagen ajedrecística de las relaciones humanas en su dimensión bélica, es si en este ajedrez a muerte que es la vida política argentina hay espacio para la iluminación de Oteriño. Si hay espacio para, frente al carácter «postrero» y «agresor» de los protagonistas, dar cabida a esa «dulzura diaria de mover nuevamente las piezas». Es decir: ¿se trata de contemplar la destrucción de uno por el otro o de buscar la continuidad de un juego que requiere «no vencer ni ser derrotado»? Toda vida implica una cuota de destrucción, pero cuando se sintetiza sólo en esa demolición al fin de cuentas no queda casi nada. Lo muestra la historia. Lo que parece un mero juego de palabras define acciones. ¿Con las pequeñas batallas a muerte de cada día se construye el porvenir o se requieren los diálogos simbolizados en ese enérgico gesto de volver a poner las piezas en su lugar para jugar una y otra vez? ¿Entre las muchas cosas que la sociedad argentina ha relegado está su capacidad de jugar un juego en común? […].
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