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Dos diseños que integran la colección del Metropolitan Museum
La Nación — Por fin, después de las grandes exposiciones dedicadas a los couturiers del siglo XX (Christian Dior, Schiaparelli, Chanel, Saint Laurent, Cardin) le tocó el turno al inglés Charles Frederick Worth (1825-1895). Este año se cumple el bicentenario de su nacimiento. Correspondía entonces rendirle homenaje en un lugar tan noble como bello e imponente y es así que el Petit Palais le abre sus puertas ahora al «inventor» del miriñaque y el polisón, con una muestra que continuará todo el verano, hasta el 7 de septiembre.
Worth es considerado «el padre de la alta costura», de la prenda única y firmada. Hizo su carrera en París, en el final del siglo XIX. Mientras daba bases sólidas a su maison, recorrió las etapas que habrían de recorrer quien fuera, a la vez, empresario de la marca. Su esposa, Marie Augustine Vernet, una mujer de un gran encanto, era un as de las relaciones públicas y de la venta. A partir del momento en que él comenzó con su negocio en el edificio de ocho pisos del 7 de la rue de la Paix —la calle del lujo que arrancaba de, o terminaba en, la plaza Vendôme—. Charles Frederick, su esposa y, más tarde, sus hijos, Gaston y Jean Philippe estuvieron consagrados al desarrollo de la empresa en Francia y en el extranjero.
La perfección en la hechura era un punto de honor de la casa. El inglés era el couturier de las emperatrices. Dos de las mujeres más hermosas de la alta sociedad, más aún, las dos emperatrices más hermosas y elegantes de Europa se vestían allí: la emperatriz Eugenia, casada con el emperador Napoleón III, le permitió a Worth que aclarara su condición de proveedor de la ropa de la soberana, lo que lo puso en un nivel hasta ese momento inalcanzable para el resto de los modistos de Francia. Pero había otra mujer bellísima y encumbrada de la realeza europea que también recurría a él, nada menos que Isabel, la casi legendaria Sissi, emperatriz de Austria y reina de Hungría. Por lo tanto, no era incorrecto decir que Charles Frederick era el couturier de las emperatrices. Por una vez, las dos monarcas eran ejemplos de poder y hermosura […].
Seguir leyendo el artículo del académico de número de la AAL Hugo Beccacece publicado en La Nación, el jueves 5 de junio.
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