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Tras años de rastreo detectivesco en el archivo del escritor y diplomático, se publica este libro que cierra la serie del autor que murió hace dos años.

Abel Posse en su estudio, con retratos de escritores, entre otros, del peruano César Vallejo.
Crédito: Emiliano Lasalvia - La Nación.
Daniel Gigena, en La Nación — Dos años después de la muerte del escritor y diplomático Abel Posse (1934-2023), a los 89 años, se presenta en la 84.ª Feria del Libro de Madrid Los heraldos negros (Verbum), novela póstuma que cierra la Tetralogía del Descubrimiento y la Conquista de América, integrada por Daimón (1978), Los perros del paraíso (1983) y El largo atardecer del caminante (1992). La edición estuvo a cargo de dos académicos especializados en la obra de Posse: el hispanista argentino-australiano Roberto H. Esposto y el francés Romain Magras.
La novela, protagonizada por el joven sacerdote jesuita Walter Sorgius, aborda con cómico tono herético uno de los ejes de la obra de Posse: las tensiones provocadas, a uno y otro lado del Atlántico, por el descubrimiento de América, la colonización y la evangelización.
[…] Al obtener en 1987 el Premio Rómulo Gallegos, Posse había anticipado que completaría el ciclo novelístico con esta novela rocambolesca. «Anunciada hace unas cuatro décadas, Los heraldos negros supuso un trabajo minucioso de rastreo detectivesco en los archivos de Abel Posse —dice Esposto a La Nación, desde Brisbane, Australia—. Afortunadamente, Romain Magras y yo tuvimos la oportunidad de consultar con Sabine Langenheim de Parentini Posse, viuda del escritor, quien con su generosidad facilitó este trabajo. Junto a ella pudimos cotejar los apuntes, manuscritos y esquemas de la novela. Así logramos poner en orden y ensamblar un rompecabezas hecho novela que el lector podrá descubrir y leer».
A diferencia de las tres novelas previas de la tetralogía, en la que los protagonistas son figuras históricas (Lope de Aguirre, Cristóbal Colón y Álvar Núñez Cabeza de Vaca, respectivamente), el jesuita Walter Sorgius no es un personaje histórico verídico. «No por ello esta novela deja de reunir los brillos estilísticos, las aventuras pantagruélicas de las primeras dos o las obsesiones temáticas que empaparon las páginas de toda la tetralogía, como se dará cuenta el lector cuando la lea en su conjunto», anticipa Esposto que caracteriza la novela como «singular y a veces escandalosamente impactante».
[…] Gran parte de Los heraldos negros está ambientada en Italia, en los siglos XVI y XVII, en épocas inquisitoriales, aunque en la última sección el héroe aparece convertido en «un acriollado, dubitativo soldado jesuita de Jesús, a las orillas de un gran río americano», dice el hispanista.
«Lo más sorprendente para mí sigue siendo el final, el capítulo VII, que encontramos en uno de los cajones de los archivos de don Abel —afirma Esposto—. Ahí lo tienes al jesuita Sorgius sentado a las orillas de lo que parece ser el Paraná, en cueros, con su túnica negra guardada, contemplando esa masa de agua y su vida de misionero, reflexionando. Se da cuenta de que la América profunda ha resistido al judeocristianismo, al catolicismo imperial, pues ve a esos niños chapoteando en el agua, completamente desnudos, ‘pese a tanta prédica y enseñanza’, inconscientes del pecado. La lectura que hago de ese capítulo, y de la tetralogía, es desde la América profunda del filósofo Rodolfo Kusch: la conquista es solo un encubrimiento, por debajo siguen latiendo las cosmogonías americanas, saberes ancestrales como ‘copresente’».
[…] «Los heraldos negros, como las tres primeras novelas del ciclo, propicia un sacudón al género de la novela histórica tradicional, mutando por completo este subgénero”, estima Esposto, para quien las novelas históricas del escritor argentino —que se destacó además como ensayista, cronista y poeta— se distinguen por «su desmesurado cometido de querer contarlo todo: los orígenes de la identidad americana, el encontronazo de cosmovisiones de los mundos americanos y europeos, politeísmos originarios y monoteísmo judeocristiano, el catolicismo imperial, el auge y ocaso de la modernidad occidental, las heridas del colonialismo, y el viaje como odisea exterior e interior».
«Cargadas de ironía, humor y sarcasmo, exageraciones y anacronismos, Abel Posse incita al lector a meditar sobre las secuelas del pasado en nuestro presente —concluye—. Los heraldos negros comprueba que la genial pluma de este valiosísimo prosista de nuestras letras resiste el acecho del olvido desde el otro lado del Atlántico» […].
Leer el artículo completo en La Nación, con los primeros párrafos de la novela póstuma de Abel Posse.

Romain Magras y Roberto Esposto
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