Alicia María Zorrilla participó de un homenaje a Borges en la Academia Colombiana

El director de la Academia Colombiana de la Lengua, Juan Carlos Vergara Silva, invitó a la presidenta de la Academia Argentina de Letras, académica Alicia María Zorrilla, a una sesión virtual de su Corporación el pasado lunes 21 de junio en Homenaje a Jorge Luis Borges, en conmemoración de los 35 años de su muerte, ocurrida el 14 de junio de 1986.

Abrió el acto el señor Director con palabras de bienvenida para la representante de la AAL. Después, el Secretario General leyó una antífona y el orden del día. Cumplido este protocolo, el Subdirector, académico Eduardo Durán Gómez, disertó sobre «Borges, 35 años de su muerte».

Finalmente, habló la académica Zorrilla acerca de «Jorge Luis Borges. El otro lado del jardín».

El trabajo presentado por la presidenta Alicia María Zorrilla

«Siempre presentimos que la obra de Borges ocultaba otro libro —Mallarmé decía que todo nos lleva a un libro—, siempre pensamos que el laberinto del que tanto hablaba era la metáfora de su propia creación, la variada invención de rasgos proféticos, el cúmulo de significados que había que buscar y encontrar. El libro que hemos hallado entre sus páginas es un laberinto de laberintos. Más nos convencimos de ello cuando leímos en “El jardín de senderos que se bifurcan” que esta narración de Ts´uiPên era una enorme adivinanza o parábola. Dos voces clave, adivinanza y parábola, para empezar a comprender la estrategia borgesiana de vaciarse en palabras. Siempre le impresionó a Borges que Cristo pensara mediante parábolas, es decir, que mediante narraciones de sucesos fingidos los demás dedujeran, por comparación o semejanza, una gran verdad. Entonces, nos invita a descubrir su verdad de diferentes maneras, pues un libro es, sin duda, infinito con múltiples lecturas y con múltiples lectores. Borges aspira, con su obra adivinanza, con su obra parábola, a que el hombre tenga un propósito ético, estético e intelectual; a que deje a un lado la máscara de la hipocresía, ese frágil y lamentable fingimiento humano, y que abrace la virtud, es decir, el valor para enfrentar la vida con las armas de la verdad, y haga bien lo que debe hacer, aunque eso sea efímero y esté condenado al olvido: Que cada hombre construya su catedral. De ahí el uso de la metáfora y de la sentencia, los dos aspectos más importantes de su pasado ultraísta.

Cuando leímos los Poemas de Kabir, de Rabrindanath Tagore, encontramos una cita cuya esplendidez es, desde nuestro punto de vista, el pórtico para el estudio de la palabra de Borges, de “esa prosa de concisión espartana”, como la definió admirablemente Alicia Jurado. El texto dice así: “Su universo es la Ciudad de la Verdad. Fascina el corazón el laberinto de sus calles intrincadas. Se puede llegar al final sin cruzar el sendero, en un juego que no termina nunca”. En Borges ese juego no tiene fin, porque el pensamiento es infinito, y «el estilo —como dijo poéticamente Juan Ramón Jiménez— es el único camino de nuestro espíritu, el hilo de nuestro laberinto, nuestra “corriente”». Ese hilo ha llevado a Borges desde las tinieblas del mundo hasta la luz de sus reflexiones, de sus sentencias, que, quizá inconscientemente o no tan inconscientemente, confluyen en la búsqueda espiritual del Principio de todas las cosas: Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo. La escritura es un arte, y este, una prefijada costumbre de pensar la hermosura.

Seguir leyendo el artículo de Alicia María Zorrilla.