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El escritor y periodista argentino detrás de la saga policial más exitosa del país está de regreso con Cora, una novela sobre una detective que se especializa en infidelidades.
Infobae — En el espacio «Cómo lo escribí» de Infobae Leamos, autores y autoras cuentan el detrás de escena de sus libros. Por qué eligieron los temas o historias que terminaron en sus páginas, qué revelaciones aparecieron en el proceso de escritura, qué sensaciones hubo a medida que ese proceso ocurría.
En este caso, el escritor y periodista argentino Jorge Fernández Díaz [académico de número de la AAL] cuenta la cocina literaria de su nuevo libro, Cora, una novela con la que dejó en suspenso los policiales y «el lado oscuro de la política» para regresar, una vez más, a las «historias calladas de pasiones secretas y amores inconvenientes».
Según cuenta en el texto compartido a continuación, fue el también escritor y periodista argentino Tomás Eloy Martínez —fallecido en 2010— quien le recordó su habilidad para narrar el romance y sus vicisitudes: «No dejes de escribir sobre el amor y la naturaleza femenina; tenés una gran intuición para eso».
«La última vez que vi a Tomás Eloy Martínez tenía ya paralizado casi todo el cuerpo por un tumor cerebral: era un prisionero condenado a muerte y lo sabía, pero mostraba una calma elegante y conmovedora, y hacía gala de una lucidez implacable.
Me invitó a su departamento de Buenos Aires para despedirse y hacerme un regalo, para hablar como siempre de proyectos y de libros, y para darme un último consejo: “No dejes de escribir sobre el amor y la naturaleza femenina; tenés una gran intuición para eso”.
Aludía en ese momento a aquel verdadero viaje al corazón de una mujer que significó escribir Mamá, pero también a mis relatos de amores cotidianos, malditos y tormentosos, que luego se publicarían en Corazones desatados, La segunda vida de las flores y Te amaré locamente. Muchas de esas obras narrativas se habían basado en una experiencia que unía el periodismo con la novela, la vida real con la ficción: recolecté durante años historias calladas de pasiones secretas y amores inconvenientes, y después para proteger la identidad de sus “víctimas y victimarios” los transformé en personajes ficticios que navegaban circunstancias imaginarias, pero de algún modo equivalentes a las acontecidas» […].
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