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El Litoral — Octavio Paz (México, 1914/1998) es un escritor cuya obra me acompaña desde mi juventud. Sus primeras publicaciones son de la década del ´40, pero su obra despierta interés creciente en nuestro país a partir de la década del ´60, con los poemas reunidos en Libertad bajo palabra (1960) y el ensayo El laberinto de la soledad (1950), en el que examina la identidad de México.
Ya desde antes era conocido por los estudiosos a partir de sus colaboraciones en las revistas Taller (1939/41) y El hijo pródigo (1943/46), esta última codirigida con Alí Chumacero, Xavier Villaurrutia.
En el prólogo de Libertad bajo palabra deja entrever el carácter de su poética. Allí repite seis veces la palabra «invento» y concluye diciendo «Contra el silencio y el bullicio invento la Palabra, libertad que se inventa y me inventa cada día», poniendo de resalto no solo la afirmación del poema como producto humano, sino también la autonomía de la obra y la entronización del conocimiento como objetivo final.
En El laberinto de la soledad deja a las claras que su interés está dirigido, asimismo, a la historia y los desarrollos sociales, preocupación que luego extiende al análisis antropológico, religioso y político de Occidente, Oriente e Hispanoamérica en particular. Así vemos que la reflexión y el pensamiento corren en paralelo con su poesía, y que esta última puede ser observada como su puesta en práctica.
En ambos géneros la modalidad discursiva tiene rasgos semejantes: se vale de la metáfora y la analogía para ir más allá de los significados comunes y ensanchar la visión […].
Seguir leyendo el artículo del académico de número y actual secretario general de la AAL Rafael Felipe Oteriño publicado en El Litoral, el lunes 31 de marzo.
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