Compartir

Con tener talento no te alcanza:
El Tetra, una «experiencia (realmente) inmersiva»

 


Rafael Felipe Oteriño y Marcelo di Marco. Ilustración de Jorge Estefanía.

Marcelo di Marco, en La Capital de Mar del Plata — En aquellos días remotos de fines del siglo XX —siguió diciendo Tío Marce— venía a mi taller de Palermo Chico un adolescente muy imaginativo y talentoso. Narradas con garra y coherente fluidez, las historias que inventaba revelaban su alma de escritor. Pero…

—… ¡pero feliz de él, maestro! ¡«Garra y coherente fluidez», «alma de escritor»! Me recoparía que usted dijese lo mismo de mí alguna vez.

—¡Te lo dije más de una, pedazo de boquirroto! Y encima celoso, el tipo. Mejor no te apures tanto, porque te comento que en aquellos relatos el chico evidenciaba un problema grave que padece la gente joven. Gente tan joven como vos, mi querido Pukkas.

—Bueh, ahí viene el palazo nuestro de cada quincena.

—Vos quejate todo lo que quieras. Pero tené en cuenta que te voy a hablar de una época en que la inteligencia artificial, tal como hoy la conocemos, estaba en pañales. Y tampoco existían ni TikTok ni los demás devoradores electrónicos de materia gris que hoy en día anulan progresivamente la capacidad de pensar y de compartir los sentimientos con los demás. Con lo cual es de suponer que el problema empeoró bárbaramente en la actualidad. ¿Te interesa saber cuál es?

—Dele, máster, le confieso que logró intrigarme.

—En 2010, la Academia española de la lengua calculó que, de las cien mil palabras que figuran en el Diccionario de la Real Academia Española, los pibes usan solamente unas doscientas cincuenta. A propósito de ese cálculo, Pedro Barcia, en ese entonces presidente de la Academia Argentina de Letras, declaró: «Cuando no hay capacidad de expresión, se achica el pensamiento. Lo vemos todos los días con jóvenes que no leen, que no saben escribir correctamente y terminan con un lenguaje empobrecido».

—Alguna vez le escuché decir a usted que las palabras son como ladrillos.

—Exactamente, Pukkitas. Si disponés de miles de ladrillos, podrás construir un pensamiento grande como un edificio, y además contando con los buenos cimientos que aporta la lectura de los clásicos y de los buenos libros de siempre.

—O sea que, si la gente de mi generación está usando apenas unas doscientas palabras de las cien mil con que contamos, ni para armar la cucha del perro nos alcanza con tan pocos ladrillos.

—Y es probable que, como te decía, actualmente sean menos, debido a lo que te sugerí recién acerca del consumo irreflexivo de las redes sociales, convertidas así en eficaces instrumentos de dominación: para obtener zombis sumisos, individuos carentes de pensamiento propio, lo más conveniente es degradar la riqueza idiomática que los hacía personas. Hace unos días le consulté a Rafael Felipe Oteriño [presidente de la AAL], en su calidad de flamante presidente de la Academia nuestra, ese mismo tema de la cantidad de palabras en uso.

—¿Y qué le dijo, máster? En varias páginas de este libro, Oteriño viene aportando sabiduría a través de lo que usted cita de él. Es un tipo muy basado […].

Seguir leyendo el artículo en La Capital.

 


ÍNDICE DE NOTICIAS DE ESTE NÚMERO


T. Sánchez de Bustamante 2663
C1425DVA - Buenos Aires
Argentina
Tel.: (011) 4802-7509 int. 5
boletindigital@aal.edu.ar
http://www.aal.edu.ar
Atención y venta de publicaciones: www.aal.edu.ar/shop2013/

   

Para suscribirse al BID, hacer clic aquí

Periodicidad del BID: mensual
ISSN 2250-8600