¿Por qué la palabra "charqui" no incluye etimología en el «Diccionario del habla de los argentinos»?

      Algunas decisiones del diccionario pueden requerir mucha investigación, pero no siempre eso queda en evidencia en el producto final. Un ejemplo de esto es la ausencia de etimología en la palabra charqui —en este caso, como es frecuente al indicar una lengua de origen, una ausencia de apenas dos palabras—. A continuación se incluye el artículo completo, como se publicará en la próxima edición de nuestro diccionario:

charqui. m. Tasajo, carne salada y puesta a secar.
      
OLASCOAGA, M. J. Desierto [c 1880], 1940, 150: […] una multitud de establecimientos de saladería que trabajan constantemente y que producen la gran exportación de charqui.
      
Tribuno. Salta, 18.06.2000: Fue así que carneó la mayoría de ellos; la carne hecha charqui serviría de alimento durante el tiempo que estuviesen embarcados.
      
Garzón, 1910, p. 148; Díaz Salazar, 1911, p. 28; Segovia, 1911, p. 116; Avellaneda, 1927, pp. 299, 363; Lafone Quevedo, 1927, p. 94; Lizondo Borda, 1927, p. 136; Saubidet, 1943, p. 120; Di Lullo, 1946, p. 113; Solá, 1950, p. 113; Sánchez de Bustamante, 1951, p. 212; Inchauspe, 1953, pp. 105, 110, 113, 180; Granada, 1957, t. I, p. 201; Mendilaharzu, 1960, p. 569; Cáceres Freyre, 1961, p. 72; Villafuerte, 1961, t. I, p. 239; Fidalgo, 1965, p. 33; Rojas, 1976, t. I, p. 133; Abad de Santillán, 1976, p. 136; Coluccio, 1979, p. 63; Catinelli, 1985, p. 59; Ávila, 1991, p. 131; Gobello, 1991, pp. 82, 83; Rodríguez, 1991, p. 87; Haensch, 1993, p. 163; Gatica de Montiveros, 1995, p. 89; RHA, 1997, p. 52; Haensch, 2000, p. 166; DiHA, 2003, p. 212; Barcia (Academia Argentina de Ciencias, Letras y Artes, 1875-79), 2006, p. 167; Osán de Pérez Sáez, 2006, pp. 194, 195; Fernández Latour de Botas, 2007, p. 86; Osés, 2007, p. 50;  DIEA, 2008, p. 348; DiHA, 2008, p. 238.
      
VAR. ⇒  charque.
      
GONZÁLEZ, J. V.  Montañas [1893], 1944, 143: […] extiéndense las sogas para asolear la carne de los huanacos cazados en el campo y obtener el charque tradicional.
      
Muñiz, 1845, p. 422; Garzón, 1910, p. 148; Díaz Salazar, 1911, p. 28; Segovia, 1911, p. 116; Avellaneda, 1927, p. 299; Lafone Quevedo, 1927, p. 192; Lizondo Borda, 1927, p. 135; Saubidet, 1943, p. 120; Inchauspe, 1953, pp. 110, 113; Granada, 1957, t. I, p. 201; Abad de Santillán, 1976, p. 135; Coluccio, 1979, p. 63; Gobello, 1991, p. 82; Rodríguez, 1991, p. 87; Haensch, 1993, p. 163; Gatica de Montiveros, 1995, p. 89;  RHA, 1997, p. 52; Haensch, 2000, p. 166; DiHA, 2003, pp. 211, 212; Barcia (Academia Argentina de Ciencias, Letras y Artes, 1875-79), 2006, p. 167; Osán de Pérez Sáez, 2006, p. 194; Fernández Latour de Botas, 2007, p. 86; Osés, 2007, p. 51; DIEA, 2008, p. 348; DiHA, 2008, p. 238.

      Se trata de una palabra que tiene una tradición frondosa en los diccionarios dedicados al léxico de la región, como queda en evidencia por la abundancia de referencias lexicográficas en sus dos variantes desde su primer registro en Muñiz, 1845. Sin embargo, a pesar de la atención que atrajo desde tan temprano, no existe acuerdo acerca de su origen. 
      
Los especialistas se dividen entre quienes derivan esta palabra del quechua y aquellos que se inclinan por un origen árabe a través del portugués. Para estos últimos, es prueba insoslayable el registro de enxercar en las Ordenanzas Alfonsinas, en una fecha tan temprana como 1446 con un significado equivalente a “hacer charqui al sol”, destacado por Joan Corominas en su consideración del término, aunque la especificidad de esta equivalencia semántica está apoyada en una definición muy tardía de Antonio de Moraes Silva, en su diccionario del año 1831, para quien enxercar es “fazer xarque ao Sol”. Este paralelismo con xarque, que aparece consolidado por completo en el siglo XIX, no impide por sí mismo, sin embargo, que la realidad culinaria referida por el verbo enxercar cuatro siglos antes haya diferido sustancialmente. Uno de los argumentos en favor del origen quechua es el que usa Martha Hildebrandt. Según ella, la prueba “más importante” del origen quechua del término es “el hecho de que charqui no haya sobrevivido en hablas dialectales de la península y en cambio tenga un área americana que prácticamente coincide con la de sustrato quechua: Perú, Ecuador, Bolivia, norte argentino y Chile, país donde tiene gran arraigo y vitalidad” (Peruanismos, 126-7). Este dato, aunque válido, es de una debilidad considerablemente mayor ya que se basa en la historia posterior del término antes que en su origen. A falta de otra documentación temprana, esta constatación solo sería evidencia necesaria de su rápida extensión por el occidente y centro sudamericanos, acaso por un fenómeno cultural como puede ser su incorporación a la dieta usual de grupos comunitarios con sustratos afines al quechua y su complementaria no incorporación a las dietas peninsulares, o tecnológico a raíz de la dispar implementación de avances en los métodos de conservación de la carne. Corominas usa un similar argumento geográfico en el sentido contrario cuando considera que es necesariamente improbable que la palabra inglesa jerk o jerky de igual significado que charqui (“dried slice of flesh or hung beef”) pueda ser un quechuismo, en contra de lo que opina el Oxford English Dictionary, por tratarse de una distancia a recorrer demasiado extensa. Dicha obra, sin embargo, no vacila en remitir al quechua una forma jerkin documentada en 1612 en autoría de un Captain J. Smith, y la forma jerk un siglo largo más tarde. Estos registros pueden tener relación con que, por su durabilidad, el charqui era un alimento de gran importancia en la marinería. Es razonable, por tanto, que eso le otorgara al término una movilidad inusitada, imposible de igualar por cualquier otro quechuismo. Esta característica puede ser también la causa de que los tiempos en los que se extendió el uso de la palabra aparezcan extraordinariamente comprimidos, se haya originado en uno o en otro continente, circunstancia esta que muy posiblemente esté en el origen de la falta de unanimidad entre los distintos especialistas. 
      
De todo lo anterior se desprende que el argumento más potente sigue siendo el primero de Corominas, al margen de que, desde el punto de vista fonético, ofrezca un camino entre  enxercar y charque no del todo pavimentado, ya que reposa más bien en una noción de cercanía en los sonidos y no en reglas establecidas y documentadas de evolución diacrónica. El propio Corominas da cuenta de esto al calificar la evolución de la consonante fricativa x- a la africada ch-: “El paso de x- a la ch- hispanoamericana indica para América origen portugués o leonés dialectal.” En un caso, el origen entraría en contradicción con el área de extensión temprana de la palabra en América constatado por Hildebrandt y él mismo, que parece recortarse exactamente contra la frontera portuguesa, como muestran testimonios de la segunda mitad del siglo XVI o principios del XVII del Inca Garcilaso, Fray Martín Murúa, Felipe Guamán Poma de Ayala, Alonso Borregán y Bernabé Cobo. Por otro lado, recurrir a un dialecto del leonés sugiere un nivel de singularidad poco solidario con la amplitud del área de extensión del término o su vitalidad hasta el presente. 
      
Se podría proponer asimismo otra hipótesis posible que sigue criterios similares de cercanía fonética y afinidad semántica para fortalecer su origen americano. Las palabras quechuas para ´seco´ y ´húmedo´, nociones lo suficientemente básicas como para suponerlas anteriores a la conquista española, son  ch´áki y ch´áran respectivamente, según figuran en el diccionario de Jorge A. Lira. Es, por lo tanto, imaginable una evolución que parta de uno de estos términos o de ambos para resultar en ch´árki como el producto del procedimiento de secado de la carne. Sería, de poderse comprobar, el único argumento que podría competir con el de Corominas en un pie de igualdad. 
      
Ante la imposibilidad de dirimir la prioridad de una hipótesis respecto de la otra se optó por no incluir información etimológica.

Referencias

      Corominas, Joan. Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, con la colaboración de José A. Pascual. Madrid: Gredos, 1980.
      
Hildebrandt, Martha. Peruanismos. Lima: Jaime Campodónico, 1994.
      
Lira, Jorge A.  Diccionario kkechuwa - español. Tucumán: Universidad Nacional de Tucumán, Instituto de Historia, Lingüística y Folklore, 1944.
      
Muñiz, Francisco Javier.  Voces usadas con generalidad en las Repúblicas del Plata, la Argentina y la Oriental del Uruguay, versión de Vignati Milcíades Alejo; edición y notas de Nuñez Ángel. Misiones: Archivo Núñez Acuña, 2005 [1845].