La marcación diatópica del «Diccionario de la lengua española»: problemas metodológicos y de los otros

DILyF, AAL

El Diccionario de la lengua española (DLE) es la obra más consultada en el mundo para esa lengua. Entre muchos de los aspectos que podrían analizarse, resalta uno que presenta características que no comparte con ningún otro diccionario: la marcación de las palabras regionales.

El DLE es un diccionario panhispánico. Esto significa que aspira a recoger el repertorio léxico de más de quinientos millones de hablantes de la lengua, repartidos en veintitrés países (aquellos que cuentan con una Academia miembro de la Asociación de Academias de la Lengua Española —ASALE—). Adicionalmente, aspira a dar cuenta de la extensión de uso de todas aquellas palabras que no se distribuyen de modo uniforme en todo ese territorio. Para ello, se vale de marcas diatópicas (la inclusión de la abreviatura del nombre de un país o de una región antes de la definición), una práctica muy extendida que asume diferentes formatos, dependiendo de los criterios aplicados en cada obra, de los alcances pretendidos y de una serie de factores que se suelen describir en los preliminares de las obras. Inevitablemente, esta caracterización de las palabras en virtud de su extensión regional es esquemática, puesto que, de lo contrario, la obra ganaría unas dimensiones incompatibles con su publicación en volúmenes que sean fácilmente trasladables y a precios, dentro de todo, moderados. Existe la posibilidad de que los formatos digitales modifiquen sustancialmente estos condicionamientos en el futuro, pero ese momento no parece haber llegado aún.

En la actualidad, el DLE usa ochenta marcas diatópicas. Considerando que los miembros de la ASALE son veintitrés, ese número de marcas se destaca como extraordinariamente elevado. Esto se debe a que la obra incluye las marcas diatópicas internas de España (por ejemplo, Salamanca, Jaén, La Mancha, Murcia, etc.), algo que no sucede con ninguno de los otros veintidós países restantes (que aparecen como México, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, etc.). El desequilibrio que esto genera en la proporción de marcas españolas que se incluyen, respecto de las de cada uno de los demás países, es muy pronunciado.

Los diatópicos internos de España más que duplican los del continente americano en su conjunto. Al ser tal cantidad, en un país de extensión modesta comparado con muchos de sus pares de América, es inevitable que buena parte de esos diatópicos abarquen porciones de territorio ínfimas. Si fuera a mantenerse esa proporción con todos los países, esas 54 marcas diatópicas de España, que corresponden a 46 397 000 de habitantes, se convertirían en más de 530 marcas para los 457 000 000 de hablantes americanos. Más precisamente, para España hay 1.16 marcas por cada millón de habitantes, mientras que, para América, ese número es de 0.052. Esto quiere decir que, en promedio, cada marca española abarca a 859 203 habitantes, mientras que, para América, cada una abarca a 19 230 769. Estos números pueden variar, de acuerdo a si se toman datos de diferentes censos, pero la proporción de alrededor de ochocientos mil españoles contra diecinueve millones de americanos es elocuente por sí misma. Surge de este breve recuento la conclusión de que esa cantidad de marcas es incompatible con una obra de los alcances del DLE, sobre todo si más de la mitad corresponden a un solo país, y ningún otro país tiene, no ya 54, sino uno solo de esos diatópicos internos.

Fuera de que un desequilibrio tal es imposible de defender desde un punto de vista metodológico, existe el problema, igualmente importante, del efecto de lectura que genera y de la idea lingüística que difunde ese efecto. Si observamos un cuadro con la cantidad de palabras que tiene cada marca diatópica del diccionario, los que resaltan son los países americanos, mientras que España queda confundida dentro de la multiplicidad de sus diatópicos internos.

Ordenados de menor a mayor, el cuadro es el siguiente:

Es de notar que existen tres regiones internas de España que tienen mayor cantidad de palabras que el país entero.

Desde el punto de vista del usuario del diccionario, las probabilidades de encontrarse con una marca de un país americano al recorrer las páginas de la obra o buscar palabras en línea son mucho mayores que las de encontrarse con una de las 548 marcas «Esp.», que es la que designa a España dentro de la obra. El resto de las palabras regionales de ese país se reparte en distintas proporciones entre los 51 diatópicos restantes. La realidad de la obra, si se reunieran todos esos «microdiatópicos» bajo la marca para el país, es que España cuenta con la mayor cantidad de palabras regionales dentro del diccionario, superando largamente a México:

El efecto de lectura que esto genera es el de asociar lo dialectal a los países americanos, puesto que están consignados con sus nombres en las marcas, mientras que esa misma asociación se ve disminuida en relación con el nombre de país «España». Es decir, la sola frecuentación de la obra va sedimentando, casi intuitivamente, la idea de que «lo dialectal» es, esencialmente, una realidad propia de los países de América, ya que es común encontrar palabras marcadas como «Colombia», «México», «Venezuela», «Argentina», etc., mientras que la aparición de una palabra marcada como «España» es mucho más improbable. Una idea falaz que se vio reforzada con la publicación del Diccionario de americanismos, en el año 2010, que reúne las palabras regionales del 90% de los hablantes de español del mundo y excluye las de España.

 

Recomendaciones lingüísticas

La Academia difunde irregularmente a través de sus canales de Twitter y de Facebook recomendaciones lingüísticas y observaciones literarias, especialmente preparadas por el Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la AAL.

Aquí, las publicadas en el último mes:

    • Cuando hablantes del español de la Argentina se refieren a «Nación» o a «Provincia» sin artículo («Nación envía recursos a los municipios»; «Provincia reclama ayuda en el pago de la deuda»), no aluden al territorio, sino a sendos gobiernos (al nacional y al de las provincias, respectivamente).

      Este uso empieza a ser más común en la prensa escrita de todo el país. No podemos saber si el uso se volverá la preferencia o, cuando exista ambigüedad, los hablantes preferirán las formas desarrolladas, que no dan lugar a la confusión.

 

  • Se ha generalizado mucho el uso del infinitivo («Preguntarle al presidente si…», «Agradecerles a todos el estar presentes hoy») en lugar de la frase verbal («Deseo preguntarle» o «Me gustaría agradecerles»).

    Este uso se llama «infinitivo independiente» (se prescinde del auxiliar). Pero al conservar las dos formas verbales, el auxiliar aporta el sentido modal: «quiero» o «deseo» no son lo mismo que «exijo» o «demando». Los auxiliares dicen mucho acerca de la situación comunicativa.