LUIS CHITARRONI

Luis Chitarroni es un erudito sin par y una leyenda viva del mundo literario argentino. También de uno de sus editores decisivos. Heredero de Francisco Porrúa y de Enrique Pezzoni, que lo contrató en 1986 para trabajar en Editorial Sudamericana, Chitarroni desarrolló una labor impresionante en la colección Narrativas Argentinas, donde publicó a Piglia, Fogwill y Aira, pero también a Guebel, Guzmán, Chejfec, Bizzio, Feiling, María Negroni, María Martocia, Gustavo Ferreyra, Ana María Shua, y tantos otros autores de culto. Allí, a su vez, fungió como principal asesor en el área del ensayo y creó una colección de poesía impresionante, donde se lucían los versos de Alejandra Pizarnik, Olga Orozco y Alberto Girri. 

Después de esa larga experiencia en un gran grupo editorial, comprado a posteriori por Random House Mondadori, Luis Chitarroni recaló en La Bestia Equilátera, y protagonizó el gran fenómeno de las editoriales independientes. 

Su historia profesional, como la de Borges y la de Bioy Casares, y tantos otros “lectores totales” e ilustres autodidactas, no está vinculada a una educación formal. Aunque dueño de una cultura oceánica, Chitarroni no proviene de la universidad, pese a que es reconocido ampliamente en ella. Se recibió de maestro en la escuela Mariano Acosta y comenzó de inmediato a colaborar con algunas publicaciones menores, donde ya destacaba no solo por su vasto y temprano conocimiento sobre los libros, sino también por su amplia cultura musical, que iba desde la clásica y el jazz hasta el rock sinfónico y el pop anglosajón. Su primera intervención relevante fue en la no menos mítica revista Babel, donde escribía con prosa brillante pequeñas biografías de escritores reales y también ficticios. El resultado de esa extraordinaria producción formó parte de su libro “Siluetas”, que fue reeditado varias veces. Allí asoma por primera vez al mundo de las letras un lector voraz, asombroso, con una gran capacidad crítica y un don narrativo y original, que se inscribe en la tradición ensayística borgeana, y que hace de la reseña y de la biografía epigráfica una obra de arte. 

Años después publicaría “El carapálida”, considerada una pieza imprescindible de la literatura contemporánea argentina. Beatriz Sarlo dijo de esta novela: “Quizá sin proponérselo, con ese saber que tienen las ficciones cuando son buenas, muestra una escuela de barrio donde ya han empezado a operar fuerzas que no estaban ni en el programa del siglo XIX, ni en la crítica nacionalista y católica de comienzos del siglo XX". 

Mientras avanzaba en su formidable tarea de editor y escribía estos libros de vanguardia, Chitarroni se destacaba por su taller de escritura creativa, de donde han surgido grandes narradores, y por sus incontables cursos y seminarios, que versaron sobre temas tan disímiles y amplios como el surrealismo, el Quijote y Agatha

Christie, la poesía argentina y sus comparaciones con la norteamericana y la inglesa, y los vínculos más inesperados entre narradores lejanos y hasta antagónicos.
Compiló el volumen antológico “Los escritores de los escritores” en 1997 y “Del cuento breve y culto”, en 2000. Sorprendió con “La muerte de los filósofos. A manos de los escritores”, donde reivindica a De Quincey sobre Kant, Strachey sobre Hume, y John Aubrey sobre Hobbes.  

En el año 2007 sacudió a la crítica literaria, que lo ovacionó de manera unánime, con la publicación de “Peripecias del no”, diario ficticio de una novela inconclusa y a la vez narración íntima de una revista literaria atravesada por una lucha de egos. Un año más tarde, Chitarroni vuelve con “Mil tazas de té”, donde contradice los clichés de los críticos, revista los autores consagrados y crea un reino de autores desconocidos pero magníficos. También conecta a Cervantes con Lamborghini, y a César Aira con el Robinson de Daniel Defoe. De nuevo en la mejor tradición borgeana escribe irónicamente allí que “celebra los logros del estilo y el genio de la lengua en un mundo habituado con emotiva sumisión a censurarlos”. 

Luis Chitarroni fue un traductor crucial de escritores poco traducidos y también de pensadores de la sociología y de novelas de Jean Austin y de Stephen King. Tuvo un gran éxito con sus clases en el Malba en torno a la literatura del continente. Un libro recoge ese acontecimiento: “Breve historia argentina de la literatura latinoamericana (a partir de Borges)”. 

Ha sido jurado de Casa de las Américas, del Konex y del premio La Nación-Sudamericana. Es actualmente jurado del Premio Municipal en el rubro ensayo. Y ha dictado conferencias en varios países, y un seminario en Cambridge, donde hizo una exposición sobre la literatura argentina, y confraternizó con George Steiner y Ian Mc Iwan. 

Daniel Guebel, que lo conoce de toda la vida, suele definirlo así: “Tomándose el trabajo, cualquier escritor puede llegar a ser o parecerse a B., o A., o P., o K., incluso a J.J. Todos te cuenta cómo construyen obra y te explican de qué manera quieren ser leídos. En cambio, lo verdaderamente difícil, lo imposible es ser Luis Chitarroni. Solo él sabe”. 

Sus cuentos más sofisticados están compilados en “La noche politeísta”, publicado en Interzona. Esa colección de extraños relatos fue descripto por la crítica como “un acontecimiento para celebrar y de paso para acceder a un universo de simetrías, goces y citas literarias”.